Desinformación y fake news son términos que definitivamente han entrado en el vocabulario de los ciudadanos en los últimos años, con el aumento de campañas de información falsa y disputas políticas en todo el mundo. A pesar de esto, muchas personas aún confunden estas dos palabras.
Por ello, a continuación explicaremos qué es la desinformación, si toda información falsa puede considerarse desinformación y si es lo mismo que las fake news.
Este texto es la primera parte de la ruta sobre desinformación, una colaboración entre Politize! y desinformante. En esta serie de contenidos, exploraremos no solo qué es la desinformación, sino también sus principales características, su impacto en la sociedad y posibles soluciones para enfrentar este problema actual, como la regulación de plataformas.
¿La desinformación siempre ha existido?
El primer punto que debemos establecer en el debate sobre qué es la desinformación es que la mentira siempre ha existido, pero los contornos que moldean el fenómeno de la desinformación que vemos hoy son muy específicos y están compuestos por diversos factores.
Sobre el primer punto, los investigadores Jon Roozenbeek y Sander van der Linden, en su libro The Psychology of Misinformation, recuerdan que los rumores maliciosos han formado parte de la historia de la humanidad desde siempre.
La invención de la imprenta por Johannes Gutenberg, alrededor de 1450, por ejemplo, permitió, al mismo tiempo, una rápida difusión de materiales impresos y el surgimiento del periodismo moderno, pero también de rumores y tabloides de baja calidad.
El propio término fake news, que ganó popularidad en el debate público en los últimos años, ya se usaba anteriormente. Según Alex Gelfert, hay registros de esta nomenclatura desde el siglo XIX. Tandoc y otros autores hacen un repaso de investigaciones académicas ya en este siglo, pero destacan que, hasta 2015, el término se usaba para referirse a sátiras y parodias.
Aún de acuerdo con Roozenbeek y van der Linden, aunque los rumores y las medias verdades siempre se difundieron antes de Internet (incluso por los medios masivos), esta es la primera vez que estos contenidos pueden compartirse rápidamente y de forma automatizada por bots, dirigidos fácilmente a audiencias y grupos específicos. Esto diferencia el fenómeno de los ejemplos anteriores a la era digital.
Lo que hoy entendemos por desinformación o fake news surge con más fuerza a partir de 2016. Es en ese momento cuando tuvimos las elecciones presidenciales estadounidenses y la campaña del Brexit, eventos marcados profundamente por el envío y el intercambio de información falsa.
A partir de ahí, explotan los estudios académicos sobre el tema y los intentos de conceptualizar un fenómeno complejo y multifacético. A pesar del volumen de estudios y propuestas, no hay necesariamente un consenso académico, pero sí posiciones bien delimitadas sobre el uso de desinformación o fake news.
¿Qué es la desinformación?
En 2016, el Diccionario Oxford eligió posverdad como la palabra principal de ese año. Según la publicación, el término se refiere a “circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a las creencias personales”.
Aunque la palabra existía desde la década de 1990, el diccionario reconoció que en ese año —debido a episodios como el Brexit y las elecciones estadounidenses— hubo una explosión en el debate público internacional de contenidos, posicionamientos y narrativas que no se preocupaban por la veracidad de los hechos, sino por involucrar emocionalmente a los ciudadanos en favor de intereses políticos y/o económicos.
Años después, en 2019, con el inicio de la pandemia de COVID-19, también se popularizó el término infodemia para explicar el exceso de información (muchas veces falsa, poco clara o dudosa) sobre el coronavirus y la crisis sanitaria global. El efecto de la infodemia, según los investigadores, fue generar miedo, inseguridad y dudas sobre qué información era confiable.
El desorden informacional
En medio de este escenario de exceso de información, cuestionamientos y dudas sobre la veracidad de las narrativas, surge el concepto de desorden informacional, acuñado por los investigadores Claire Wardle y Hossein Derakhshan.
Ellos adoptan la idea de que existe un desorden de la información formado por:
- Información errónea (misinformation),
- Desinformación (disinformation),
- Mala información (mal-information).
En este caso, la desinformación comprende precisamente el concepto de información falsa compartida de manera consciente. Es decir, la diferencia radicaría en la intención de quien comparte este tipo de información. La desinformación se caracterizaría cuando la persona sabe que está compartiendo información falsa y lo hace deliberadamente.
El ecosistema creado por los autores también incluye una multiplicidad de formatos que puede adoptar la información falsa, como muestra la siguiente imagen traducida por el Projeto Credibilidade.
A pesar de que esta conceptualización de desinformación está ampliamente difundida, la idea no es un consenso. Existe otra interpretación que entiende la desinformación como “falta de información”, es decir, desinformado sería aquel que no tiene acceso a información.
Por lo tanto, hay una confusión entre asociar el término “desinformación” con un fenómeno de difusión de información falsa o con la ausencia total de información.

Los 7 tipos de desinformación
Según Claire Wardle, el desorden informacional puede manifestarse en siete categorías distintas, que van desde contenido satírico —sin necesariamente tener la intención de causar daño— hasta formas más maliciosas de manipulación y fabricación de información:
- Sátira o parodia: Sin intención de perjudicar, pero con potencial de engaño.
- Falsa conexión: Cuando titulares, imágenes o subtítulos no corresponden al contenido.
- Contenido engañoso: Uso distorsionado de información para encuadrar un tema o persona.
- Contexto falso: Contenido real compartido con información contextual falsa.
- Contenido impostor: Imitación de fuentes legítimas.
- Contenido manipulado: Información o imágenes auténticas alteradas para generar engagement.
- Contenido fabricado: Contenido 100% falso, creado para engañar o perjudicar.
“El desorden informacional es complejo. Parte podría describirse como contaminación informativa de bajo nivel —titulares sensacionalistas, subtítulos descuidados o sátiras engañosas—, pero otra parte es sofisticada y profundamente manipuladora.”
— Claire Wardle
¿Y qué son las fake news?
Sin duda, el término fake news es el más popular al pensar en el escenario actual. Esta nomenclatura en inglés se popularizó tras el uso intensivo por el expresidente estadounidense Donald Trump desde 2016, pero pronto fue adoptado por otros actores políticos y por la población en general.
Para Wilson Gomes, profesor de la Universidad Federal de Bahía, el término es:
“(…) una expresión que se restringe a un tipo específico de información falsificada para manipular y engañar, aquella que solo podría existir en sociedades que se informan, se relacionan y prácticamente viven en extrema conexión digital.”
Es decir, el término ya englobaría la característica de las fake news como un fenómeno esencialmente digital. Sin embargo, existe una multiplicidad de conceptualizaciones. Hasta 2015, el término se usaba en artículos académicos para nombrar sátiras o parodias, pero pasó a designar también contenidos fabricados que imitan noticias y buscan manipular.
A pesar de los esfuerzos por delimitar definiciones, la mayoría de los estudios —según el investigador Alex Gelfert— coinciden en tres factores clave:
- El papel de internet para su existencia como fenómeno;
- La desconexión con la realidad;
- La intención deliberada de engañar.
Tatiana Dourado, una de las referencias nacionales en el tema, define las fake news como:
“Uno de los tipos de contenido falso que circulan en internet, promoviendo equívocos y engaños generalizados.”
En sus palabras, este contenido busca emular la idea de noticia y novedad para “inventar hechos” o “forjar evidencias”, presentando relatos falsos con apariencia de veracidad.
“Las fake news se alimentan de la polarización política y la desconfianza democrática. Por eso, suelen abordar temas, actores, instituciones o eventos que generan división, animosidad social y falta de confianza en procesos políticos, como las elecciones.”
— Tatiana Dourado
No obstante, hay investigadores que evitan (o rechazan) el término. Sus argumentos suelen ser:
- Es simplista y no abarca el fenómeno en su totalidad;
- Está politizado y se usa para atacar a la prensa;
- Es una contradicción: las “noticias” no pueden ser “falsas”.
Desinformación vs. Fake news: ¿hay una opción correcta?
En conclusión, no hay una nomenclatura “correcta” o “incorrecta”, pero designan cosas distintas: mientras fake news tiende a tener características más delimitadas, la desinformación abarca un espectro más amplio que refleja la complejidad del fenómeno.
Como se mencionó antes, esta discusión etimológica sobre la desinformación no es unánime entre los investigadores. Ambas expresiones intentan definir un fenómeno multifacético y en constante evolución.
En desinformante, preferimos usar mayormente el término desinformación por su capacidad de englobar la complejidad del tema, aunque también empleamos fake news en contextos específicos o al citar investigaciones científicas.
desinformante es un proyecto mediático desarrollado por Aláfia Lab, con el objetivo de ser un espacio de información confiable sobre desinformación, analizando su impacto social y promoviendo estrategias para combatirla.
Referencias
First Draft – Information disorder: ‘The techniques we saw in 2016 have evolved’
Politize – Você sabe o que é infodemia?
Manual da credibilidade – A desordem da informação
Desinformante – O que é desinformação?
Dicionário Oxford – Palavra do ano de 2016
Revista Cult – Quatro ou cinco coisas que eu sei sobre fake news
Libro: O que é fake news? Autoria de Tatiana Dourado.